¿Te has dado cuenta? Mi atención no estaba puesta en la victoria o la derrota, sino en el esfuerzo que yo podía hacer. No estaba puesta en la carrera o el avance de los rivales, sino en el objetivo al que debía apuntar. Me enfoqué en dar mi mejor esfuerzo y eso me llevó a ganar el juego.
Sin saberlo en ese momento, mi atención estaba puesta en el lugar indicado, en aquello que puedo controlar, en lo único en lo que puedo tener certeza. Porque el resultado final era una incertidumbre. Había un porcentaje de posibilidad que yo ganará, pero no era una garantía; alguien podía hacerlo mejor que yo o mi disparador podía funcionar con menos fuerza. Mi única garantía era estar concentrado únicamente en mi acción, en mantener el chorro de agua en el objetivo.
Lo mismo que pasa en este juego de feria pasa en la vida. Pasa en el fútbol, en la gimnasia, en los negocios, en los bares cuando sales a ligar, en el destino de la raza humana. Son puras incertidumbres, pues no se puede saber cuál será el resultado final. Lo único que puedes llegar a saber, es decir, de lo único que puedes tener certeza es lo que tú puedes hacer con lo que te ha sido dado. Sabes que te interesa cierta persona, sabes que más tarde juegas un partido de fútbol, sabes que estás preparando una importante oferta y sabes que darás lo mejor de ti en todo momento. Tener certeza únicamente de esto parece poco, pero no lo es. De hecho es todo lo que necesitas para poner a tu favor el destino, ser más seguro, no buscar la aprobación de nadie, lograr lo que te propones y vivir con más sabiduría.
Escucha, después de saber cuáles son las certezas que debes tener, debes apropiarte de ellas, estar seguro de ellas y finalmente encarnarlas en todo momento. ¿Listo para conocerlas?