Se escuchó caer un trueno muy cerca de la montaña, el rugido de Tornomont
1 en el cielo. Un instante después, las puertas de la Orden se abrieron de golpe, entrando un Felliand
2 con urgencia por ellas. El ruido de la lluvia y el fuerte viento invadieron toda la cámara.
—¡Han nacido dos de un mismo embarazo!
Los miembros de la Orden saltaron ante la noticia; todos excepto uno de ellos. Este Visader
3 se quedó contemplando la fogata, dando la espalda al resto.
—Laonen, por fin lo han logrado. ¡Han nacido dos Felliand de un mismo embarazo! Uno de pelo oscuro y otro de pelo rubio.
El Visader por fin se giró. Sus ojos tenían el mismo color del fuego, hasta que el tono resplandeciente cambió a un gris oscuro, reflejando el color de aquello en lo que posaba la mirada.
—Dos Felliand... La primera vez en nuestra historia en el que nacen dos. Hoy
hemos sido alumbrados por los Dioses. ¡Este será un día para recordar hasta el fin de las
Edades! —declaró Foer Laonen—. ¿La madre cómo se encuentra?
El Felliand que dio el anunció apartó la mirada de los ocho miembros de la Orden. Una gran pena cubrió su rostro. Un trueno retumbó, invadiendo los oídos de los presentes en la cámara.
—La madre ha muerto durante el parto, nada pudo salvarla —respondió.
Los Visader se quedaron mudos.
—Esto no pasaba desde hace miles de lunas —dijo Olva Asevald, la Visader encargada de la Estancia de la Muerte.
—Debemos consultar qué nos revelan las Rogulkes
4 —dijo el Visader encargado de la Estancia del Orden, con rostro serio.
Así lo hicieron. En un cuenco de piedra, lanzaron veinticuatro piedras triangulares con las Rogulkes trazadas en ellas. Más de la mitad cayó boca abajo. Las que se mostraban boca arriba eran las de «Guerra», «Hombres» y «Muerte» juntas; la de «Misterio» encimada de la de «Felliand»; las de «Hielo» y «Fuego» enfrentadas; aisladas de otras las de «Noche» y «Fuerza»; y al centro la de «Caos».
—«Caos», «Misterio», «Noche», «Guerra» —dijo en voz alta Neros Lasiren con gravedad, el encargado de la Estancia del Caos—. No me gusta nada. Creo que los Veisak
5 podrían revelarnos algo muy importante del destino.
—Tienes razón, Lasiren —replicó Laonen, frotando pensativo su colgante entre los dedos—. ¡Vayan por “el Oso” a su cueva!
La noticia y lo que revelaron las Rogulkes les fueron compartidas a los sombríos Veisak. Sin más preámbulo, Barne “el Oso” y los otros dos hicieron los preparativos. En el sitio más recóndito de la Orden, a la luz del fuego, afilaron los cuchillos, hicieron cortes a lo largo de sus antebrazos, sobre numerosas cicatrices, se hicieron un trazo oscuro en la frente con su sangre y el resto la ofrecieron como tributo al Ser dueño de las Morkoggan
6 .
Solo los Veisak tenían la capacidad de vislumbrar el futuro. El único modo de que se les revelara lo que está trazado en el destino era entregando algo de ellos e ingresando al abismo en el que reside ese Ser oscuro, frío y misterioso. Al salir del abismo, algo de la oscuridad se quedaba en ellos, acabándolos lentamente, como si se tratara de un veneno.
Mientras tanto, los Visader esperaban sin ir a descansar. En sus manos estaba el control del Orkentros
7 , artefacto de incalculable poder que mantenía la Armonía y evitaba que el mundo se cubriera de oscuridad. Por otro lado, el resto de Felliand en Tafengaur se enteraban de la noticia de los dos nacidos.
Fue hasta antes del amanecer, en la hora más oscura, que los tres Veisak salieron del abismo y se reunieron con los ocho Visader. —Las profecías que hemos visto no les agradarán —dijo Barne, cubierto con la capa y la capucha; rehuía de la luz, apenas notándose en su rostro la deformación y la piel manchada de oscuridad—. No hay duda de ello, pues los tres hemos visto lo mismo con distinto grado de claridad.
»No es casualidad que el nacimiento de estos dos Felliand se haya retrasado, provocando la muerte de la madre, hasta esta noche de tormenta, entre el día de Ingrid
8 y Tornomont, pues son Filontred
9.
—¿«Hijos de Dioses»? ¿Cómo es posible eso? —inquirió el Visader encargado de la Estancia de los Hombres.
—Son Felliand, pero han sido elegidos por los Dioses, tienen en su sangre el linaje de Ingrid y Tornomont —respondió—. Por eso están destinados a ser más que seres Plenos, más que cualquiera de nosotros. Sucedió algo similar cuando los Dioses le otorgaron los dones y la plenitud a los primeros de los Felliand.
—¿Están seguros que son Filontred? —preguntó Laonen.
—Lo aseguramos, tienen el linaje de los Dioses —dijo otro Veisak que no se cubría, llamado Heimdar, que todavía no sufría transformaciones notables por las Sombras del Caos.
—El de pelo negro es “el Noble”, con el linaje de Tornomont; el de pelo rubio es “el Guardián”, con el linaje de Ingrid —dijo Barne “el Oso”—. Sus nombres llegarán a tierras más allá de los bordes del mapa y serán recordados hasta el fin de las Edades. Traerán mucha abundancia a seres Plenos y Hombres… Sin embargo, a uno de los dos se le cubrirá la mente de sombras, provocando un irremediable caos en la Armonía, la ruina del mundo, la caída de la Orden y la pérdida del Orkentros, causando el fin de esta Edad…
—¿Qué? —exclamó el Visader encargado de la Estancia del Orden. Él no fue el único en reaccionar así—. ¿Cómo que «la caída de la Orden»?
—Eso ha sido trazado en la roca que sostiene al mundo —continuó el Veisak—. Por causa de uno de estos nacidos habrá caos y destrucción, las Morkoggan volverán a amenazarnos y las cosas no volverán a ser la mismas.
—¿Quién de los dos será? —fue la pregunta que más se escuchó entre las que hicieron los Visader.
—Eso no nos ha sido revelado.
—¿Y nosotros qué podemos hacer? —preguntaron alarmados—. Tenemos el Orkentros, ¿cómo podemos evitar la destrucción que auguran?
—No se puede, aunque se tenga el Orkentros —declaró fulminante Barne y dirigió sus ojos trémulos a los Visader—. Saben bien que lo que se intente hacer para evitar lo trazado en el destino será lo que al final provoque su concreción. La trazado en la roca que sostiene al mundo sucederá de cualquier modo.
Los Visader se quedaron en silencio.
—Pero hemos vislumbrado un posible destino —intervino Sotar, el Veisak que hasta el momento no había hablado; como Heimdar, también se mostraba descubierto—. El otro de los nacidos, el que no será causante de la destrucción, le dará una posibilidad al mundo, a los Felliand y a los Hombres para que resurja la Armonía, pues un enorme caos precede a un nuevo orden.
—¿Quién de los dos será, el de pelo oscuro o rubio? —quisieron saber.
—¡Que eso no nos ha sido revelado! —replicó Heimdar, escupiendo saliva negra que le quedó en la barbilla.
—Eso es lo que hemos vislumbrado, es el destino de los Filontred —declaró Barne—. Cuando deseen consultarnos estaremos en lo más hondo de la cueva.
Los Veisak se marcharon a los más recóndito de la Orden, donde la luz de la oscuridad y el silencio predominaba.